En el año 2000, Porsche presentó el 911 Turbo de la gama 996. Este modelo podía equiparse con discos de freno cerámicos opcionalmente, mientras que el 911 GT2 los equipaba de serie. El nuevo sistema de frenos denominado Porsche Ceramic Composite Brake (PCCB) supuso un importante avance tecnológico que estableció referentes, sobretodo en criterios tan decisivos como el comportamiento de respuesta, la estabilidad del aflojamiento del frenado, el peso y el tiempo de vida útil. Porsche fue el primer fabricante automovilístico del mundo que consiguió desarrollar un sistema de frenos de disco cerámicos con canal de refrigeración Evolente para alcanzar una ventilación interna eficiente. Al igual que los discos de freno metálicos, los discos de freno cerámicos disponían también de agujeros, pero sin embargo su peso era un 50% menor. Con ello se reducía el peso del automóvil en 20 kilos, lo que a su vez, ahorraba combustible; por otro lado, también se reducían las masas sin resortes, lo que mejoraba aún más el comportamiento de respuesta de los amortiguadores. Los frenos de disco cerámicos ofrecen otras ventajas: su coeficiente de fricción es siempre constante y un frenazo en seco con el PCCB no requiere ni una alta presión del pedal de freno ni ningún otro elemento técnico auxiliar que ayude a generar la fuerza de frenado máxima en milésimas de segundo. El sistema PCCB ofrece una deceleración máxima inmediata sin tener que presionar el pedal del freno. El comportamiento de respuesta sobre terrenos mojados es, asimismo, excelente, ya que los discos de nuevo diseño absorben menor cantidad de agua que los discos convencionales. Los discos de freno cerámicos asimilan sin protestas la gran carga que se crea especialmente en el modo de conducción deportivo.